jueves, 10 de diciembre de 2009

Aena impone la 'ley seca' en Barajas

Instalan controles sorpresa de alcohol y velocidad para los conductores de los 4.500 vehículos que circulan por las pistas
09.12.09 - 00:55 -
JULIO DÍAZ DE ALDA

«El tráfico aquí es complicado, agresivo y con muchos riesgos»
Iba usted a 50 kilómetros por hora y el límite es de 40. Tengo que amonestarle y, por favor, sople aquí». Ésta es la frase más temida en las últimas semanas en las pistas del aeropuerto de Barajas, después de que Aena haya implantado, en colaboración con la Guardia Civil, un programa de controles por sorpresa de velocidad y alcohol. En busca de una mayor seguridad, el gestor aeroportuario ha puesto en marcha esta iniciativa pionera, por la que otros aeródromos españoles ya se han interesado. La velocidad de verdad se queda para los aviones.
El radar y los medidores de alcohol se unen a otro curioso protocolo que han de cumplir los conductores de los 4.500 vehículos habilitados para circular cada día en el inmenso complejo aeroportuario: el carné por puntos. Los conductores, bien sean de coches normales, de jardineras o de las decenas de vehículos especiales que transitan por la zona, están obligados a superar un peculiar examen de conducir.
Una vez aprobado (sólo se mide el conocimiento teórico, y no el práctico), los operarios deben lucir su acreditación de forma permanente en el trabajo. El examen no es difícil, sólo requiere memorizar un pequeño folleto de normas. Lo complicado es conservarlo intacto. El carné de conducir en pista, que no tiene ninguna relación con el 'normal' de la Dirección General de Tráfico, otorga 25 puntos. Esa asignación irá decayendo si el conductor es 'pillado' en alguna irregularidad. Los vigilantes de tan peculiares carreteras (algunas de varios kilómetros de longitud, lo que da para pisar el acelerador) son los denominados 'señaleros', esos coches anaranjados que tienen detrás la expresión 'follow me', encargados de dirigir las operaciones en la plataforma.
Encontronazos
Los 'señaleros' se enfrentan al problema de castigar a sus propios compañeros, lo que ha provocado ya algún que otro encontronazo. Ahí entran en juego los agentes del Instituto Armado, que les acompañan siempre y, por ejemplo, ofrecen los alcoholímetros. «Todo esto funciona gracias a la excelente colaboración que tenemos con la Guardia Civil y la Policía que trabaja en el aeropuerto, a la que queremos involucrar en las labores de formación», explica José Sanz Dodero, director adjunto de Barajas.
Las sanciones no son un asunto baladí, ya que pueden comportar la retirada del permiso. Algo terrible para alguien cuyo trabajo consiste, precisamente, en conducir. Un ejemplo. En una zona de velocidad limitada a 30 kilómetros por hora, la circulación hasta 45 supone una sanción leve (apercibimiento). Hasta 60, la cosa se complica, porque la sanción es grave: retirada del permiso de conducir y prohibición de la presencia en las pistas durante un mes.
Bajo ese mismo supuesto, quien acelere hasta 75 kilómetros por hora se enfrenta a una falta muy grave, con la retirada del carné por tres meses. Más allá, la sanción será por seis meses. Respecto al alcohol, la normativa es muy estricta, con multas por seis meses o, incluso, retirada definitiva de la habilitación. Queda en manos de las empresas la 'recolocación' o el despido de los infractores. Las compañías reciben copia inmediata de las multas y son informadas en detalle de las infracciones, salvo en el caso de las pruebas de alcoholemia, en las que sólo se les advierte del positivo, pero no del nivel detectado. Como en la 'vida real', los puntos se pueden recuperar pasado un año.
Al límite de tiempo
«La circulación en las pistas de un aeropuerto es tremendamente complicada, muy agresiva y exigente, los riesgos son muchos; es necesaria una regulación y un procedimiento claros que aseguren una operación fluida y eficiente», señala Ana Navarrete, jefe de la sección de control de campo de vuelo de Barajas. Los centenares de vehículos que circulan en pista van siempre al límite de tiempo, entre los diplodocus que son los aviones y obligados a respetar de forma escrupulosa una normativa que incluye las tradicionales señales verticales y otras pintadas en el suelo. «La verdad, a mí me da miedo», confiesa Navarrete.
La responsable de este despliegue de seguridad afirma que los controles de alcoholemia han sido bien recibidos por los trabajadores (desde agosto, sólo se ha sancionado a seis personas) y las empresas. No tanto, añade, los de velocidad. «Hay lugares en los que es normal acelerar sin darte cuenta, y el radar no perdona». La iniciativa ya ha tenido su efecto: desde agosto, la velocidad media de los vehículos ha caído el 8,6%, el 12% y el 11% en la T2, la T4 y el Satélite, respectivamente. Objetivo cumplido.

Gilberair

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